Entre el desconocimiento y los mitos

Una lesbiana en Guinea Ecuatorial no es una persona
​

Guinea Ecuatorial fue colonia de España hasta el año 1968 y para mucha gente, comenzó entonces la pena, y para otra, la gloria[1].
Las personas de tercera edad, un buen grupo, considera que el proceso de autodeterminación fue un error político porque la calidad de sus vidas sufrió una caída que hasta hoy sigue sin perspectivas de mejoría. Otro grupo, aglutinado en el “nacionalismo” definido en función de las circunstancias individuales, y, de vez en cuando, colectivas, festeja la caída del colonialismo español porque a su juicio, llegó la libertad.
 
Si fue conveniente o no la independencia, constituye una cuestión marcada eternamente por la incertidumbre, el descaro y la euforia.
 
Las personas que se encuentran aquí hoy, en esta sala de conferencias, se preguntarán la relación entre homosexualidad y refugiados por un lado, y la construcción de Guinea Ecuatorial como Estado y el proceso independentista por el otro, en un espacio creado para abordar la problemática del refugiado y de la refugiada en España, y supongo, en el mundo.
Es importante recordar que hasta hace poco, con respecto a la temática LGTBIQ+, Guinea Ecuatorial figuraba entre “los países que por ley no castigan la homosexualidad”. Tampoco se sabía nada sobre las prácticas de homofobia imbricadas en las tradiciones étnicas.
La homosexualidad y la homofobia eran cosas de los blancos.
Incluso, recuerdo haber visto informes, videos y documentos, en los que Guinea Ecuatorial se situaba entre “los países africanos en los que las personas homosexuales pueden vivir libremente”.
Esta información es válida. Y seguirá siendo válida porque muchas veces, algunas organizaciones que llevan a cabo trabajos de investigación sobre Africa, se quedan con lo formal, con el papel impreso como ley, con el análisis de las instituciones públicas creadas después de la independencia. Un buen grupo se aloja en hoteles de cuatro y cinco estrellas porque

[1] En España se sabe muy poco de Guinea Ecuatorial. En las conferencias, es aconsejable  situar al país y relatar  su conexión con España, antes de que la primera pregunta del auditorio, después de la conferencia, suene así, ¿dónde  se encuentra Guinea  Ecuatorial?, ¿Dónde está eso…?

“Africa negra está muy sucia” y “el riesgo de agarrar una enfermedad peligrosa es altísima”.
 
Africa Negra, cuyo día a día se organiza y funciona al margen de las “instituciones occidentales”, en el caso de las personas LGTBIQ+ y otros colectivos minoritarios, tiene un único lugar de estudio: las tradiciones. Mientras las oenegés y otras instituciones que trabajan a favor de los derechos humanos no salgan de los hoteles y se integren en el momento de trabajar “en la suciedad” y asuman el riesgo de “contraer la malaria”, por ejemplo, no se conocerá de manera concisa   la problemática LGTBIQ+. Los refugiados y las refugiadas seguirán llegando. El problema no se resolverá en el origen.
En Africa Negra, existen problemas fundamentales que si no se resuelven, nunca encontrará una persona homosexual un espacio para integrarse, ni en el país de cogida como refugiada, ni en el país de procedencia.
Llega a mi mente, en este momento, la imagen de varios tractores destruyendo viviendas de la Malabo colonial para reponer los espacios que definen una parte de la historia nacional con material de fabricación china destinado a África. La identidad de país es decisiva para abordar los problemas. La identidad humana es decisiva para abordar los problemas. Una buena mayoría de las personas negro-africanas no son conscientes de su condición de personas, tan personas como las blancas, y que pueden organizarse, construir naciones, liderar. La homosexualidad forma parte de la vida humana.
 
Las personas negro-africanas están acomplejadas. La herida de la esclavitud está todavía abierta, aunque cada año, se festejen, inexplicablemente, las independencias.
En aquella época, a lo largo del periodo esclavista, la represión no solo significó el expolio de los bienes materiales, también se expolió las creencias, las identidades, el derecho a pensar y a constituirse. De hecho, pasan los años. África cumple años de independencia. Celebra las independencias. Las mentes, sin embargo, todavía están colonizadas. El neocolonialismo constituye la continuación de lo que todavía no se ha sanado.
En Guinea Ecuatorial, la imagen de los tractores destruyendo viviendas del régimen colonial para sustituirlas por las chinas sigue en mi mente. Es fácil saber que Guinea Ecuatorial es una invención de España. Es fácil saber que Guinea Ecuatorial es una invención guineana. Y es fácil morirse en el intento de saber que, para sembrar los cimientos del estado guineano, no es imprescindible borrar del mapa el legado de la colonia a Guinea Ecuatorial. Ningún país desarrollado ha transitado de pobre a emergente y más tarde a potencia, sin cuidar de manera especial su identidad, su historia, su razón de ser y de existir. Porque Guinea Ecuatorial no nació en el año 1968, cuando se marcha España y Francisco Macías llega al poder para dirigir el primer Gobierno. No. Las historias de los pueblos que componen el país tenían ya un camino recorrido, miles de años.
Guinea Ecuatorial no nació en el año 1979, con el golpe de estado que llevó al poder a Teodoro Obiang Nguema. No. Los pueblos que componen el país tenían ya un camino recorrido, miles de años.
Quizás lo más importante, no son los nombres que el Estado haya adquirido en cada momento de la historia, sino las vidas humanas de los pueblos que los componen, sus sentimientos, sus derechos fundamentales, sus idas y venidas.
Y quizás por eso resulta importante relacionar la temática lésbica con la construcción del Estado guineano y la independencia de España. ¿Por qué? La verdad es que no lo sé con seguridad. No me gusta el fútbol, antes sí, en mi época adolescente, cuando la edad del pavo me arrojaba al ocio malabeño y mi cuerpo se vestía de la bandera azulgrana. Ahora no. No alimenta mi alma el tesoro que buscan varios hombres detrás de un balón y es más, correteando como menores de edad para marcar un gol en una portería estrecha. Y ya está. ¿Ya? Pues sí. Guinea Ecuatorial es así. Malabo es como un equipo de fútbol que en todo momento piensa marcar goles. Tiene la mirada clavada hacia fuera, hacia dentro (casi nunca). Está pensativa. Huele las críticas y las recibe como un equipo de fútbol derrotado. Toma las decisiones al borde del enfado.
Y la culpa, de cuando las cosas funcionan mal, es siempre de cualquier persona menos de Malabo. Los blancos, los primeros culpables, España, culpable en todos los casos. Y el pueblo, cuando se enciende la mecha de la culpa, adopta la postura de las y los seguidor@s de un equipo de futbol. La lanza se apunta hacia el equipo ganador.
 
Un país independiente no se comporta como un equipo de futbol derrotado.
Un país independiente se mata buscando las soluciones a los problemas porque las libertades que los pueblos africanos reivindican, no se concentran solamente en los derechos políticos. No solo queremos votar libremente. La democracia no consiste exclusivamente en legalizar los partidos políticos.
Planteamos el discurso de esta manera porque el patriarcado no puede bañarse de aloe vera en un país moderno. Y el primer paso para alcanzar la democracia es el conocimiento: la historia refleja que la ignorancia sobre ciertos temas llevó a la humanidad a cometer barbaridades. Es el caso de la caza de brujas, el infanticidio, la instauración de la Santa Inquisición, la colonización, la violencia inter-étnica, y hoy, entre otros lastres, la homofobia extrema hacia lo desconocido: las mujeres lesbianas.
 
En Guinea Ecuatorial las tradiciones étnicas y cristiano-católicas mandan sobre la razón (las instituciones del Estado moderno en la mayoría de las veces no hacen las funciones atribuidas en el caso de las minorías de género, sexuales, y otros). Y por eso, las vidas de las mujeres y de las personas LGTBIQ+ están regidas por las costumbres, da igual el espacio en el que reciben el juicio: el parlamento, los juzgados, las escuelas, las familias, los equipos de futbol, las academias de las fuerzas armadas y cuerpos de seguridad, etc.  Las minorías…
 
La polémica institucional sobre las mujeres lesbianas (minorías sexuales) empezó en mayo de este año, cuando por primera vez en la historia, el Examen Periódico Universal (EPU) de las Naciones Unidas abordaba la problemática LGTBIQ+ en Guinea Ecuatorial.
Se trataba de la primera vez que las personas homosexuales guineanas recibían un trato humano como individuos con derechos en el marco de la nación. Y Guinea ha cumplido cincuenta y un años. No podía ser. En Ginebra, nuestro país esperaba una evaluación sobre temas importantes relacionados con lo que se entiende por política acá: un show de varones enchaquetados, hombres negros acomplejados frente la mirada blanca, hombres de hombros adornados con estrellas armadas y con el derecho a la libertad de expresión garantizado, etc. Y los maricones. Y las lesbianas. ¿Qué tendrán que ver con la política y con Guinea Ecuatorial? La pregunta se repetía en los despachos, en el interior de los coches de lujo, en los prostíbulos, en los restaurantes comiendo carne de bosque, en las curanderías bailando buti. La respuesta fue contundente: las lesbianas son mujeres de costumbres blancas. Las lesbianas no son de Guinea Ecuatorial.
 
La historia de Guinea Ecuatorial no comienza con el régimen colonial. Guinea Ecuatorial existe porque existe su gente, se compone de grupos étnicos con un pasado milenario y las mujeres que aman a otras mujeres, no solo existieron en el pasado (antes del régimen colonial y después), también en el mundo moderno. Se toleró su existencia y se tolera hoy a todos los niveles del estado siempre que no reivindiquen el derecho a una sexualidad disidente de manera pública. De hecho, Guinea Ecuatorial se compone de al menos siete grupos étnicos y en todos ellos, las personas homosexuales tienen nombres: en ndowé, en ambo, en fang, en bubi, en bisio, en criollo, en pigmeo, etc.
 
Yo, por primera vez y públicamente, hablé de la diversidad sexo-afectiva en Guinea Ecuatorial en junio del 2016. Recuerdo una mesa redonda compuesta de personas, todas blancas, salvo Perla, una muchacha guineo-española y yo, dos negras.
Y es que el color es muy importante en Guinea Ecuatorial. A las personas blancas les perdonan muchas cosas, a las negras no. Y el perdón siempre procede de la élite poderosa y negra, la élite derrotada.  
Las personas blancas tienen derecho a vivir y cobrar buenos salarios. Tiene derecho a conservar el color de su piel. Tienen derecho a residir en viviendas decentes y barrios exclusivos. Tienen derecho a actuar al margen de la ley. Tienen derecho a codearse exclusivamente con la élite poderosa derrotada.
 

Cuando en Guinea Ecuatorial eres una mujer negra, la sociedad establece prohibiciones para ti con respecto a la población blanca y masculina.
        1.     Nada de sentimientos con ellos. Nos colonizaron.
    2.     A los blanquitos… ni agua. Con los blanquitos te acostarás… A los blanquitos les robarás  dinero, especialmente mediante el intercambio sexual. Y tranquila. Lo tuyo es una profesión. Te llamarás buscablancos. No eres una prostituta. La prostitución no forma parte de nuestra idiosincrasia. Es una idea importada que trajeron los blancos y los países de Africa negra, especialmente Camerún. Nuestra tradición no reconoce la prostitución.
       3.     Con los blancos, tú, negra, debes reproducir un/a descendiente. Y tranquila, a tu bebé la sociedad lo repudiará y amará a la vez.
     4.     Los planes B destinados a beneficiarte como mujer,  no como persona y también tu familia, no pueden fallar. En tus manos dejamos el desarrollo de la familia y del país.
       5.     ¡Te van a llevar a España! ¡Ojo! Eres negra y es la oportunidad de sacar a la familia de la pobreza. 

Yo antes de reflexionar como persona veía a los blanquitos o españolitos, como se les llama en privado acá, como cajas de dinero. Yo era una derrotada. Señores a los que debía asaltar la bragueta si me los encontraba y no amarlos nunca porque nos colonizaron. El mensaje  de las personas mayores es contundente y en las tierras guineanas, la gerontocracia manda sobre la razón.
 
La lectura de la noche… brutal, junio del 2016, Primera Edición del Orgullo LGTBIQ+ Guinea Ecuatorial. La noche de la mesa redonda sobre diversidad sexo-afectiva en el único país de habla hispana en África. Dos negras adultas en medio de blanquitos expresándose en voz alta sobre “cosas de los blanquitos”: la homosexualidad. Aquella mesa redonda marcó la vida de Perla para siempre. Aquella mesa redonda marcó mi vida para siempre. Nos habíamos convertido en “bastardas” y blanquitas.
“¿Dónde se la meten las chicas? Los chicos, dicen los blanquitos, se la meten atrás”. Risas. Los comentarios de la gente en las lenguas fang y pidgin me avergonzaron. Procedían de un público oficialmente culto: jóvenes de la Universidad Nacional de Guinea Ecuatorial, personas de mente abierta, autoridades, oficialmente. Estábamos preocupadas Perla y yo.
 
En realidad la preocupación empezó media hora antes de que comenzara el acto, en los pasillos del Centro Cultural de España en Malabo. Dos personajes públicos guineanos invitados y vestidos de lo lindo, opinaban sobre las lesbianas sentados en los bancos de la entrada a la sala de actos.  “Son todas enfermas de VIH SIDA. Se van con mujeres porque los hombres las rechazan por enfermas”.  “Y los maricones, qué vergüenza. Lo de las mujeres lo entiendo, pero un verdadero hombre no le mete a otro varón el pene en el culo. Para qué están las vaginas”. Y un comentario, y otro, y otro.
Perla y yo éramos dos desconocidas para aquellos señores de chaquetas planchadas y teléfonos móviles de calidad máxima. Minutos después se sumó una mujer también con poder, se declaró “madre que podría matar si le salieran mal un/a descendiente”, es decir, lesbiana o maricón.
Aquello fue un sondeo sin movernos de los asientos en las afueras del Centro Cultural de España en Malabo. Minutos después aparecieron diplomáticos españoles. Sorpresa. Las tres personas que antes definían la homosexualidad  como se entiende acá, se convirtieron en protectores de los derechos de las personas LGTBIQ+. Perla y yo nos quedamos boquiabiertas.
Aquel día descubrí que la diplomacia no era mi campo. 
 
Estábamos en territorio español. Fácilmente se percibía que sí. La bandera, los logos, las voces, la libertad de expresión, las apariencias, el tema de la noche: la diversidad sexo afectiva. Fue una noche larga, larguísima, de vergüenzas. Observamos a África negando el derecho fundamental de una persona  a amar a otra de su mismo sexo y género. No era la primera vez.
África me lo había negado todo. Eché la memoria al pasado y la conciencia al presente. El derecho a hablar mis lenguas maternas. El derecho a ser persona siendo mujer. El derecho a la definición de África. El derecho a la diversidad. El derecho a tener derechos.
 
Perla y yo, dos negras soportando miradas de África. La mesa redonda nos bautizó: nos sacó del armario exterior porque del interior ya nos habíamos liberado en una Guinea Ecuatorial que penaliza la diversidad sexo afectiva con todo tipo de instrumentos para la guerra.
Fue nuestra noche. La noche de los comentarios después del acto. “Estas cosas no se dicen ni se reconocen delante de los blancos, ¡hombre!, habéis traicionado a la raza negra. Y dos mujeres, menos mal que hombres no. Al menos se mantiene la hombría africana”. Los comentarios se hacían en las lenguas que los blanquitos no entendían. Con ellos se sonreía. A ellos se les abrazaba. A ellos se les alagaba. Aquella noche nos dijimos, ¡ojalá fuésemos blancas!
 
Nosotras, dos negras, Perla y yo, salimos de la sala de actos oficialmente enfermas de todo. Primera enfermedad, el VHI SIDA. Segunda, la brujería. Tercera, malos espíritus. Cuarta, soltería eterna. “Mi familiar no puede casarse con una de estas locas, enfermas y blanquitas”, comentaba la gente sin preguntar, si en nuestros planes de mujeres del siglo XXI, el casamiento constituía una obligación,  una opción de vida, una idea  siquiera planteada, un proyecto vivido y suspendido porque en Guinea Ecuatorial para las mujeres, estar casadas supone entrar en la esclavitud, pierden los derechos fundamentales que nunca habían tenido.
Quinta enfermedad y muy  grave, de nuestras orientaciones sexo-afectivas no se sabía, nos emparentaron con varones automáticamente, nos llamaron lesbianas (una lesbiana en Guinea es un varón). Ni Perla ni yo no somos lesbianas, somos bisexuales y pansexuales.
Sexta enfermedad y muy peligrosa, la traición a África, a la piel negra. “Las personas  negras no son maricones ni lesbianas. Estas dos han venido aquí a hablar del tema y delante de los blanquitos”.
Aquella noche nos preguntamos y mucho. ¿Qué es África? ¿Quién la define? ¿Qué significa ser mujer y negra? ¿Qué es la homosexualidad para África? ¿Qué es una lesbiana para Guinea Ecuatorial? ¿Qué es la independencia?
 
Las personas que vivimos en Africa negra lamentamos haber nacido. Nadie elige el lugar de nacimiento. Me hubiera gustado nacer en Japón, “el país sin sexo”.
Nadie elige el género. Me hubiera gustado nacer con genitales masculinos colgando porque entonces, Malabo me acogería en el equipo de futbol eternamente derrotado. Sería una perdedora.
Me hubiera gustado nacer heterosexual. Si así fuera, no disfrutaría de la amalgama de genes que me hace más que un hombre, más que una mujer, y simplemente una persona con derechos y amplia capacidad de visualizar el mundo más allá de los géneros socialmente asignados: es un placer.
Es un placer nacer y vivir en la diversidad pero es muy duro convivir en la diversidad en un mundo bipolar, encasillado en la teoría binaria del género y en una crisis de identidad eterna.
Las mujeres lesbianas que viven en Guinea Ecuatorial  no reciben un trato humano. Así lo reconocen en el libro Yo no quería ser madre. Vidas forzadas de mujeres fuera de la norma, Egales, 2019 (el proceso de investigación comenzó en el año 2016 y terminó a finales del 2018). El texto recoge treinta casos de maternidad forzada  y la materialización del machismo más extremo.
Mujeres con vidas de resistencia, vidas derrotadas y marcadas por los mitos sobre la sexualidad disidente. La obra le puede servir al equipo de fútbol derrotado para legislar, a las instituciones interesadas para trabajar sobre la problemática y a la sociedad guineana, quizás, para tomar conciencia de que la paz, vivida por las mujeres, tiene mucha relación con el ejercicio de sus derechos fundamentales, no solo significa la ausencia de guerra, ni el festejo cada año, de una independencia que mires por donde mires, hace aguas.
A continuación recogemos testimonios de mujeres (protagonistas del libro) definiéndose a sí mismas y como personas LGTBIQ+, y a las instituciones guineanas haciendo lo mismo:

Mi madre antes de marcharse a casa dejándome encarcelada, ordenó que no me dieran de comer, de beber, de cagar. Yo estuve sola hasta que un guardia empezó a conquistarme desmintiendo las conclusiones de los compañeros. Explicaba que yo era muy guapa, educada, formal y femenina, que no podía ser lesbiana. Gracias a él comía, bebía agua y dormía en un colchón. Entrevistada 1. 

Yo vivo sola con mi pareja. Mi familia no me visita desde que estoy saliendo abiertamente con una mujer. Me quitaron a mi hijo. Me lo quitaron todo. Mi familia dice que el niño no debe ver las cosas sucias y brujas que hago, acostarme con mujeres, que debería darme vergüenza. Para mi madre las lesbianas pertenecemos a una secta diabólica.
Yo trabajo, vendo un bar, mi negocio. Cuando vienen las lesbianas, el vecindario se enfada y empieza a decir que “ya han llegado los miembros de su secta diabólica”.
Las otras personas que rentan bares al lado, cuando les apetece hablar, enumeran mis defectos: desvergonzada, por andar con mujeres y no con hombres; poco atractiva, porque ando con una mujer, los hombres ya no me quieren por desgraciada; estéril, porque en la vida seré madre, ya que mi pareja no tiene pene, etc. Soy una desconocida para mi entorno. Mi madre me aconseja que deje de hacer tonterías y que vuelva a ser normal como antes, cuando convivía con mi marido. Ella llora cuando me habla. Dice que en Malabo (allí vive), no levanta cabeza, no puede reivindicar, todo el mundo le insulta “mala madre”, “madre de lesbianas”, “madre de hijas brujas que se acuestan con otras mujeres”.
Entrevistada 2.

Guinea no puede cambiar. Te cuento lo que ví en Añisok. Dos lesbianas vivían juntas. Después de dos años alegando que son amigas, una vecina contó en la comisaría de policía que practicaban la brujería y que ella tenía hijas que estaban en riesgo de contagio. La policía las detuvo. Te digo.
El comisario colocó en sus manos las esposas y acompañadas de militares y el pueblo, las hicieron caminar en toda la ciudad con un cartel que decía “Somos lesbianas, practicamos la brujería”.
Después de caminar en toda la ciudad de Añisok se convocó a fotógrafos para que las retrataran. Las fotos se pegaron en todas las calles de Añisok, órdenes del Comisario.
En las noches las dos chicas dormían en el calabozo. Y de día, las traían atadas de manos y pies. Con una cuerda se las ataba en la entrada de la Comisaria. La gente de la ciudad venia en las tardes a distraerse viendo, riéndose. Los insultos, las humillaciones. Qué te voy a contar.
El vehículo del propio Comisario estaba pegado con las fotos de las chicas y el motivo de por qué eran brujas y pecadoras. Y a lo largo de una semana, un micrófono explicaba al pueblo el delito cometido por las chicas: “Miren, pueblo de Añisok, aquí tenemos a dos mujeres que les comen las vaginas a las otras”.  Y la gente contestaba “nbuo da ñi nbuo/esto sí que es brujería”. Entrevistada 3.

Mi madre me enseñó que una mujer que no tiene marido no es una buena mujer, no es una persona digna de respeto.
No te voy a mentir. Me resultó difícil meterme en la cama con un chico. Tuve que colocarme, con coca, ¿sabes, no?, maría, lo que encontraba más cerca. Alcohol como tres cepas, una buena bebida.
El alcohol y la drogan te hace volar. Te olvidas de que existes. Hoy sigo volando cuando puedo.
Desde que yo era pequeña y la gente empezaba a hablar, lo intenté, acostarme con chicos para ser normal. Pero cuando estoy con un hombre en la cama me siento incómoda. A veces después de acostarnos me voy al baño a vomitar. Mi corazón suele decir “termina, termina”.
Estoy con este hombre… mi marido, por necesidad. Estoy con él para que la gente me respete, para tener un hijo, por dinero. Ahora tengo un hogar. Cuando mi gente viene y pide dinero él ayuda, antes nada. Mira mi cuerpo, soy muy masculina, no me gusta el futbol ni quiero ser militar, así que no tengo otra opción de encontrar trabajo. Me echan de todos lados hasta de los trabajos de hogar. Los maridos creen que me voy a acostar con sus mujeres.
Ahora ya no soy una desgraciada, lesbiana, antes lo era. Ahora soy madre y esposa. Ahora soy una mujer. Ahora soy normal. Entrevistada 4. 

 
Las chicas homosexuales aquí si queremos tener hijos nos emborrachamos. Fumamos banga, coca, maría, lo que más cerca tenemos. Con voluntad propia no te vas a ir con un tío. No nos gustan los penes. Mi caso fue así. Mis amigas me aconsejaron. No quería fumar, bebí mezcla de licores y una o varias veces… ni me acuerdo ya... prefiero no recordar… me acosté con el chico este que… en fin.
Mi familia me dijo que… llevaba mucho tiempo con presión.
En una reunión a la que me convocaron sin dejar que opinara, la familia ordenó que tuviera un bebé que me sustituyera porque me había perdido.
Mi abuela dijo textualmente que “ya no eres hija de la familia”.
Una hermana de mi madre me dijo “eres una delincuente, has traído a la familia cosas malas”. Insistieron en que para no perderme del todo diera a luz, así volverían a apreciarme un poco.
Después de que les diera un niño, aseguraron, me dejarían libre, ya podría irme y morirme, no les iba a importar. Mentira. El acuerdo era que al dar a luz cuidarían al niño, ahora me han abandonado. Entrevistada 5.

No me quieren. Nadie me quiere en la familia porque puedo contagiar el lesbianismo a cualquiera. Nadie se quiere enfermar como yo. También le tenían miedo al espíritu de hombre que tengo en el cuerpo. Es malo. Muy malo. Le haría daño a cualquiera. Por eso mis primos me vigilaban con miedo. Un hombre empezó a frecuentar nuestra casa. Traía dinero y cosas. Así estaba feo. Cansada de que estuviera visitándome le respondí que era muy feo, viejo. No me gustaba. Le expliqué que no volviera. Mi padrastro, que es quien me ha criado, tras la marcha de este hombre que me buscaron de marido y que eché, me informó que la familia había decidido que un marido me vendría mejor porque los comentarios del vecindario crecían, yo me parecía cada vez más a un hombre y tanto las curanderías como las iglesias se habían mostrado incapaces de sacarme los espíritus lésbicos y satánicos. Un hombre con la ayuda de un pene lo iba a conseguir.
Le respondí a mi padrastro que no me gustaba aquel hombre. “Si no le aceptas te echamos a la calle”. Así. Tenía entonces diecisiete años. Sin amistades, sin familia, sin iglesia.
Al día siguiente empezó el hombre a dormir en mi habitación. Yo me encerraba en la recámara con el seguro de la puerta por dentro. Mis familiares no se iban a la cama hasta que se cansaban de tocar la puerta y yo, harta del ruido, abriese. Mi padrastro le metía en mi cuarto y regresaba al día siguiente a abrir para que se marchara a su casa. Cerraban la puerta con un candado enorme. Entrevistada 6

Mis amigas que son como yo, transexuales, en las familias, nuestros padres nos dicen que somos los hombres, que tenemos carácter de hombres. A mí, mi padre me llama “varón fallido, mi casi hijo”. Odio mi vagina. Provoca que mi padre me quiera a medias. Provoca que en mi cuerpo existan restos de mujer. Si yo tuviera pene y me quitaran estas tetas, mi padre me podría querer como a mis hermanos varones.
A mi padre no les gustan las hijas, no las quiere. Dice que son todas unas putas, por eso me odia. Entrevistada 8.
 
​

Al padre de mis hij@s le avergüenzo porque  soy físicamente varón, no me parezco en nada a una mujer. Bueno, tengo tetas y vagina y en su tradición, la bubi, afirmó, es maldición tradicional relacionarse con lesbianas. Explicó que su pene no se volvería a levantar si andaba con una mujer como yo. Se lo dijeron en la curandería, no sé, así se lo explicó a mamá. Entrevistada 9. 

No tenemos libertad en Guinea. Si me voy a un bar, conozco a hombres que saben que somos pareja mi chica y yo, aparecen y con este aire de tener penes en erección constante, le dicen a mi chica, levántate, te llamo. Ella obedece, tiene miedo a pelear, yo no. Si me traen estos aires el bar termina con todo roto.
No has visto tú peleas de aquí, de hombres que creen que los bares son suyos, que los bares y las mujeres que están dentro les pertenecen. Empieza la discusión, luego los insultos, muy pronto los golpes. Yo golpeo, ¿qué?
Si no golpeas te matan a ti. La última vez mi chica le golpeó con un trozo de botella a un chico… quince puntos… la herida que se llevó a casa.
Por qué en los bares que frecuentan las lesbianas no va a haber peleas, claro que sí. Entrevistada 13. 

​La gente dice que soy un  hombre con tetas. Pregunta qué hago con las tetas y la vagina. Mi cara, toda, es de hombre.
La gente me dice cuando salgo a la calle de todo. Por eso no salgo. Siempre estoy en casa. “Tú, ven aquí, qué eres, mujer o hombre”. Ya no respondo, antes lo hacía. Me he cansado. Me quedo en casa siempre para no contestar.
En la calle me siento como un experimento, como un juguete. Es como morirme. No sé. L@s hay que bromean con mi físico, se ríen, no sé de qué se ríen.
Otros me dicen directamente, “lesbiana, cómo te pareces a tu padre, eres completamente hombre”.
No tengo muchas amigas, bueno, un poco. Para salir de casa me tienen que venir a buscar, ya sabes, las amigas. Y desde casa decidimos la reacción que adoptar en la calle. La primera suele ser que las personas de repente empiezan a gritar “demonio, demonio, demonio”. Quizás, si tenemos suerte, deciden  lamentar y  llorar por África, por la cercanía del fin del mundo, por la brujería.
Las mujeres, las mayores, de repente se echan a llorar la pérdida de tiempo en el embarazo: “Para luego parir a una de éstas”, se refieren a nosotras.
Los hombres son más violentos físicamente, en las mujeres el acoso es psicológico.
Los hombres vienen y provocan. Te empujan con los codos. Te golpean. Te tocan el culo. Pretenden que reacciones para que a su vez se pongan a gritar “lesbiana, brujería, lesbiana”. Los que sí han viajado disimulan, los que no, la mayoría de guineanos, te provocan. Con ellos somos más cuidadosas. No les hablamos si no nos tocan el interior del ojo. Entrevistada 16. 

Aquella noche juró que me iba a matar. “Eres mi vergüenza más grande. ¿Dónde vas a denunciarme? ¡Soy militar! Mis compañeros también matan y están libres en las calles. Además, habré matado a una lesbiana. ¿Quién llorará tu muerte? ¿Quién te buscara? No le importas ni a tu familia”. Me amenazaba tragando alcohol como si no ocurriera nada.
Aquella noche me salvé.  Un primo entró en la discoteca y me llevó con él.
Mi exnovio siempre lleva una pistola. Entra en las discotecas con pistolas. Consume y no paga en los negocios con la pistola. Llama para comprar banga y la toma con la pistola. Folla con las mujeres con la pistola. Y en Guantánamo, donde trabaja, nadie le dice lo que tiene que hacer porque allí todos se tienen miedo: todos tienen pistolas. En este país mandan las pistolas.
Cada vez que nos encontramos, dice, “toma diez mil francos para el dinero de comida de tu mujer para el día siguiente. Esto es lo que los hombres de verdad hacen, pagar los gastos de las mujeres. En este país no conocemos a hombres como tú. Hombre sin puesto de trabajo, que solo pueden ser futbolistas o militares y que no tienen pene”. 
Nuestra relación terminó hace mucho y él solito la retomó cuando supo que me gustan las mujeres. Vino a decirle a mamá que me iba a matar porque mi familia sabía que soy lesbiana y me entregó a la suya. El honor de su tribu estaba en peligro. Entrevistada 20.
 

Vimos aparcar un coche de marca lexus cerca de la acera. Bajó un hombre. No llevaba ropa militar, de hecho no salimos corriendo. Las homosexuales siempre que vemos una patrulla militar nos escapamos y nada menos, nosotras,  llevando ropa de hombre.
Si te ven en Bata, así, de noche o de día, mujer vestida de hombre, te encarcelan por lesbiana.
El hombre del coche de marca lexus bajó del vehículo y nos apuntó con la pistola: “Aquí estáis, dos hombres, lesbianas”. Se refería a mi amiga y a la chica. Mi amiga estaba alejada. Se acercó a  entregarme su teléfono para que estuviéramos en comunicación si me encerraban, yo no tenía.
El militar vestido de civil cuando lo vio… problema. La detuvo, delito: lesbiana, porque si  mi amiga me conocía es porque ella también es lesbiana, ya que las lesbianas siempre andan en grupo para conquistar a las mujeres ajenas. Así que también al lexus.
A lo largo del camino hacia la cárcel iba justificando que  detuvo a  mi amiga porque las lesbianas solo tienen amigas lesbianas.
Antes quisimos resistirnos porque en Bata cualquiera tiene pistolas, hasta los sacerdotes. Mi tío es sacerdote y tiene armas y cinturón militar en su coche. Lo sé porque una vez dejó la puerta del vehículo abierta. Lo ví.
El señor que nos detuvo nos llevó a Nkua Ntoma, a la Gendarmería. Nos encarcelaron durante dos semanas. Cinco días estuvimos sin que nos tomaran declaración.
Los presos y los militares hablaban todo el rato de nosotras. Nos gritaban con insultos y en voz alta.
En nuestra celda había bastantes mujeres. A nuestra amiga, también lesbiana, la dejaron libre porque físicamente es femenina.
Cada vez que los militares pasaban al lado de nuestra celda decían en voz alta “Lesbianas, brujas, les coméis las vaginas a las otras. Comemierdas”.
Días después nos tomaron las declaraciones. Negamos ser lesbianas.
Se enfadó el Comisario y manifestó que estaba cansado de nosotras, porque día tras día, la patrulla le traía a mujeres lesbianas que salen a la calle: “Os encuentran en el paseo marítimo, en las discotecas. Estáis manchando la imagen del país y de la ciudad de Bata. ¿Qué van a pensar las personas que visitan Guinea?”
El comisario, me acababa de enterar, se había cansado de nuestra salida a las calles de Bata como si fuéramos hombres o personas normales. Y estaba muy convencido de tener la razón. Juré no ser lesbiana, que nunca lo había sido.
Los militares en prisión no conocían nuestros nombres.
En Bata los presos limpian las calles, limpian la prisión, chapean los lugares que les asignan. A nosotras no nos llamaban por nuestros  nombres, no: “lesbianas, a trabajar”, “lesbianas a declarar”, “lesbiana, te llama el Inspector”, “lesbiana a limpiar”, “lesbiana a chapear las calles”, “lesbiana, puta lesbiana”. Entrevistada 21. 

Mi casera, a mi novia anterior con la que estuve seis años, la aconsejaba que “con esta no tendrás dinero. Los hombres sí que dan dinero”. La familia de ella, las amistades, todo el mundo se lo decía, hasta que un día apareció la Televisión Guinea en mi casa y la policía. Me encarcelaron en  Guantánamo durante tres semanas.
Así a la una o dos de la tarde más o menos llegaron militares a mi casa. El vecindario les llamó a los guardias, delito: impedir en la brujería que mi novia se relacionara sexualmente con los hombres y que por eso debiéramos dos meses de alquiler. La casera explicó en los medios de comunicación que no era culpa de la chica la deuda sino mía, porque si no fuera por mí sería una mujer normal con amantes varones que se pusieran al día con el alquiler.
Mi chica se puso a temblar. Vino el programa televisivo Vivencias de Olinga. Nos retrató este periodista de piel clara, le llaman  Olinga, señalando que nosotras estábamos violando las leyes del país, ya que el lesbianismo no estaba permitido por el Presidente de la República. 
El periodista Olinga a parte de grabar, nos aconsejaba que dejáramos de practicar la brujería. De repente me vi en la policía y grabada por la tele. Nadie me preguntó si quería salir en la tele. Mi hechizo sobrevivió a esta vergüenza. Porque soy espíritu, no carne.
Cincuenta porrazos me dieron en el culo nada más entrar. La bienvenida. Pasaba hambre en la cárcel. ¡Hambre de que tal! A mi chica no la encerraron. El Comisario de Policía y los guardias me castigaron por “contagio de homosexualidad a una chica guapa” e impago de dos meses de alquiler en la brujería. Por las noches un hermano me traía de comer. No comía nada en todo el día ni en  la tarde.
No llamé a la gente por teléfono. Para qué. A quién le iba a llamar. Si otras lesbianas venían las encerraban. Entrevistada 25.
 

Fragmentos de la conferencia pronunciada en la Universidad de
​ Granada el 30 de septiembre del 2019