Las mujeres fang aprenden, decía mamá. Se ríen, lloran en voz alta de noche. Lloran en voz baja de día. Las mujeres fang lloran cantando el mundo, lloran cantando sus vidas. La muerte. Mi primera experiencia con la muerte fue a los seis años. Las niñas regresábamos del río de cargar agua, después de que un pozo de “agua potable” cavado con ayuda de los mitangan (los blancos) de la Cooperación Española se hiciera añicos. Una orden llegó de la ciudad (capital de la provincia): las cosas de los blancos tenían que morirse. Fallecieron, el pozo de agua, y mi pueblo. Y del rio al vientre, volvimos a recibir el agua llena de cagaleras, ropa desechable y suciedad de todo tipo.
Se trataba de la primera vez que vivía las secuelas de la independencia: la incapacidad de nuestro pueblo para darse cuenta de los beneficios de un bien relacionado con los mitangan españoles y los mitangan, simplemente. Se había acordado desde la pared, el fin de todo lo español. Me bautizaron la mirada y el corazón. Se trataba de la primera vez que veía la muerte, y el llanto de las mujeres, porque las enfermedades y las pandemias, son amigas del agua sin salud y del cuidado de las mujeres. Muy pronto, la muerte visitó a la familia de una amiga. Su abuelo, también mío, cosas de la tribu, cosas de la etnia fang, falleció de una enfermedad llamada brujería. Las niñas entre risas e historias subíamos la cuesta rocosa que separaba la aldea del pueblo vecino. Sonó la campana. ¡Dios! Un escalofrío llegó con contundencia a nuestros corazones, a nuestros cuerpos, al bosque fang. El número dos de la iglesia católica aldeana tocó la campana con unas maneras especiales: unas maneras de miedo adentrado en los estómagos vacios de mi pueblo. El miedo a la muerte en el pueblo fang abarca todas las esferas de la vida. Los hombres se congregan en los espacios de varones para decidir. Las mujeres se congregan en los espacios de mujeres para servir y llorar. Así me bautizaron con el llanto de las mujeres. Si es que el bautizo es tradición y a veces un vicio. Mis madres, las mujeres fang mayores, lloran la tradición en los velatorios y funerales. Allí aprendí que, si quería conocer los secretos de alguna familia, las vidas mendigas de las mujeres, el juego del poder, etc., correspondía participar en los actos de después de la muerte. Con el llanto narran las mujeres el funcionamiento de la sociedad, así, se puede saber de los matrimonios precoces, de la paternidad irresponsable, de la violencia sexual, de la gerontocracia agobiante, de la exclusión social, de los feminicidios. La muerte en el mundo fang es una fiesta. A lo largo de la enfermedad el apoyo para la curación es efímero, pero la respiración se marcha al mundo de la muerte con la presencia de todo Cristo, porque la/el fantasma tiene el poder de hacer el bien y el mal, vive entre tu vida y la mía, se marcha y puede volver. Todo el mundo le hace la pelota a un cadáver estreñido, medio podrido o fallecido por una enfermedad que largamente venía padeciendo. Los velatorios, los entierros, las defunciones, en el territorio fang, se conmemoran en función del lugar que ocupa la persona en la estratificación social. Y las mujeres cantan el proceso, mientras cantan sus vidas. Lo vi, sí, a los seis años, la celebración de la muerte. Han pasado más de treinta años. Ya no me llega la muerte mediante la campana malsonada, el canto de los pájaros en el bosque fang y el encierro en las viviendas, porque mamá decía, que la descendencia de menor edad tenía prohibido acceder a los espacios relacionados con el mundo del más allá. Hoy, me llegan las noticias de la muerte mediante llamadas telefónicas, las invitaciones para las aportaciones de los costes de los ataúdes, más los avisos y comunicados oficiales de la Radio Televisión Guinea Ecuatorial. “Atención Malabo, España, Ebibeyín, Mbini, Nsork, ha muerto un señor de nombre Juan Nve, de una enfermedad que largamente venía padeciendo. Deja en vida cuatro esposas, veinticinco hijxs y cuarenta nietos. El velatorio se organizará en el barrio… Semu”. La manera de anunciar las muertes en nuestro país oculta muchos aspectos relacionados con los derechos fundamentales de las personas. Es el caso del derecho a vivir. Es el caso del derecho a la salud. Es el caso del derecho a no casarse, a no acogerse a la paternidad y/o maternidad, el derecho a la intimidad. Y lo más importante, el derecho a decidir si acogerse o no al folclore relacionado con la muerte: “una misa solemne”, un entierro despilfarrador, un ataúd millonario, unas sesiones de comida y de bebida que duran varios días, cuando nadie apostó por la vida de la persona fallecida mientras vivía. Las mujeres, que vivimos en una Guinea Ecuatorial sin una ley que castiga la violencia de género, fallecemos en el grupo invisibilizado de personas que “se mueren de una enfermedad que largamente venían padeciendo”. En los países democráticos se analiza el porcentaje de mujeres fallecidas por violencia machista. Es triste conocer la cantidad de fallecimientos por orden del patriarcado, pero se trata de un problema real que debe ser legislado. En el libro La albina del dinero, que es simplemente una novela, se aborda la muerte por violencia sexual de una menor. Y nada más morirse, los medios de comunicación se aceleran en juzgar que “Ha fallecido una niña en las calles. Las niñas de hoy no se cansan de andar por las noches. Qué buscan en las calles por las noches”. El entorno de la menor inicia igualmente, una guerra basada en acusaciones de brujería y nadie, absolutamente nadie, salvo el juez que lleva a cabo el levantamiento de cadáver, comenta la falta de medios materiales para la realización de una autopsia que desvele la presunta muerte por violencia sexual, que no de de género, de la menor. La familia lo expulsa porque habla de “cosas de los blancos”. ¿Qué es una mujer? Les propongo un viaje. Viajemos a los hospitales generales de Malabo y de Bata, a los centros de salud nacionales, a las viviendas. Imagínense la escena. Una mujer está de parto. Dará a luz en breve. ¿Un niño? ¿Una niña? ¡Una niña! ¿Qué será? ¡Una desgracia! Lo normal es que la familia lamente en voz alta y sin preocupaciones, que “otra puta ha llegado a la familia”. Los niños varones son bienvenidos. Incluso se conoce casos de padres que recogen el maletín y se van a los bares, a las viviendas de los amigos y familiares para llorar. “Otra puta llega a mi hogar”. La madre se queda en cama. Por su culpa ha nacido otra puta como ella misma, haber intervenido en el proceso de formación del feto para evitar una desgracia. Las mujeres en el mundo fang no son persona, son mujeres. Las expectativas de productividad económica que se siembra en ellas tienen que ver con su sexualidad. Educadas para servir, la hermana de la menor asesinada en la novela La albina del dinero, vive asediada por la familia y el entorno para que se busque a un mbaale, un cuidador, una especie de príncipe azul pero no del corazón, sino del dinero, pero ella quiere estudiar, la familia no lo respeta. A la familia no le interesa una niña formada. Necesita una niña que sepa escarbar dinero de los bolsillos y braguetas de los hombres. La quieren emparentada, casada, sometida, dentro de alguno de los modelos de matrimonio más frecuentes en la Guinea Ecuatorial de hoy: los matrimonios serviles, una forma de llevar a cabo la trata de personas. El Matrimonio Servil es una modalidad de la trata de personas, el cual es; un matrimonio precoz y forzado, que afecta a niñas y adolescentes; que se casan sin permitirles elegir, y a quienes se obliga a llevar vidas de servidumbre que frecuentemente van acompañadas de violencia física. Es habitual que las víctimas del matrimonio servil no puedan escapar de su aterradora realidad, porque sus familias y/o la sociedad en que viven no las apoyan, ya sea por motivos económicos o en razón de las creencias tradicionales, culturales y religiosas. En varias ocasiones las victimas provienen de poblaciones vulnerables, lo cual hace que esta problemática sea más propensa en estos sectores, donde una propuesta de amor incondicional, se convierte en una tentativa para estas mujeres indefensas que están a la espera de un futuro mejor, sin saber que serán tratadas como objetos, y alejadas de su vida y entorno; cuyas consecuencias en muchos casos resultan siendo irremediables (Los libros Ebihi Nga-mot de Isabel Mikue Rope y Lágrimas de mujer, sollozos del corazón –titulo cambiado pero me quedo con el primero porque me convence más-, de Anita Ichaicoto, narran historias de matrimonios serviles. La educación de las niñas no constituye una preocupación para las instituciones públicas guineoecuatorianas. La educación de las niñas no constituye una preocupación para las familias. La tradición, que consagra la maternidad como herramienta de transición, de la niñez a la feminidad, sigue siendo la maternidad, contraviniendo el principio constitucional del acceso de todo el mundo a la educación en igualdad de condiciones. La tradición no es el único elemento aguafiestas en la garantía del derecho fundamental a la educación. El Gobierno de Guinea Ecuatorial publicó hace apenas cuatro años, el Decreto Nº 41/2016 de fecha 11 de marzo, por el que se adopta el Plan de Acción para la Implementación de Algunas Medidas Sociales a Corto y Mediano Plazo. Con esta norma, en el artículo 2.3 inciso j, el Ministerio de Educación y Ciencia (como se llamaba en la época), recibió la indicación de “Prohibir a las alumnas embarazadas asistir en las aulas de clase en todos los niveles de enseñanza”. La norma entró en vigor en el año 2016 y hoy sigue vigente. La presión para ser madre es insoportable en nuestras familias. Ni el petróleo ni la presión de los organismos internacionales (los únicos que hacen temblar a nuestros “partidos políticos”), han logrado cambios en este aspecto. Tanto es así que estamos en el mes de septiembre, en breve comienza el curso escolar. La mayoría de nuestras adolescentes se están pagando las matriculas gracias a los novios y a la prostitución. A esta realidad se añade la explotación laboral que las niñas viven en los hogares. Es tan grande y dañina, que crea la falsa conciencia de que en la convivencia en pareja, encontrarán un lugar mejor. Y nada mejora. El matrimonio establece para la mujer y en todos los grupos étnicos, obligaciones de servidumbre y de maternidad forzada para rentabilizar los gastos de manutención a la todavía estudiante. Sería interesante realizar un estudio en nuestro país sobre los matrimonios serviles en los que las adolescentes, presionadas por las familias que abandonan su educación y apoyo económico en manos de nadie, se ven obligadas a emparejarse y a sobrevivir en el marco de la prostitución. De estos matrimonios muchas no pueden salir. Está mal vista la soltería femenina, incluso en niñas adolescentes. En la novela la albina del dinero, la protagonista, una niña albina, medio albina, yo qué sé, llega a Malabo como lo hacen hoy gran parte de las niñas que quieren estudiar. Estas niñas tienen un nombre bonito: LAS SEÑORITAS. Las mujeres, colaboradoras del patriarcado, hemos delegado las labores del hogar, la esclavitud hogareña, la servidumbre, en las niñas de familias pobres. No es justo. La sororidad es imprescindible para lograr la igualdad. En nuestro país los varones, incluso los que tienen estudios superiores, se han marcado un objetivo poderoso: impedir que el empoderamiento (con el que peligran sus privilegios) de la mujer llegue a casa, en fang se dice “Democracia da á que a ndá”. El patriarcado guineano se apropia de la mano de obra de las mujeres: los salarios que cobran, y su trabajo en el hogar. La decisión es firme: las labores del hogar para las mujeres. Así, cuando llega el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, nos dedicamos al folclore y no hablamos. ¿Qué estamos haciendo con las niñas, el futuro del país, mujeres? ¿Quiénes son las SEÑORITAS? Me dirijo a las mujeres porque todos los derechos que el movimiento feminista ha conseguido en el mundo, los ha conquistado. Nadie nos ha regalado nada. Los varones, mayoría en las instituciones decisorias, han cedido en asuntos de derechos humanos de las mujeres cuando no les ha quedado otra opción. El Fenómeno de las SEÑORITAS se estudió en el marco del proyecto Punto de Información Juvenil de Guinea Ecuatorial (PIJGE), implementado en el año 2018 por la oenegé IDHMA (especializada en el trabajo por la Igualdad de los Derechos Humanos de las Mujeres en Africa). La primera actividad recogía la realización de una encuesta nacional sobre la situación de la salud sexual y reproductiva en adolescentes de ambos sexos, escolarizados o no. Las SEÑORITAS son niñas en edad de escolarizarse, adolescentes en su mayoría, y mano de obra barata, que las familias residentes en las ciudades, sobre todo Bata y Malabo, recogen de la periferia a cambio de recursos económicos a la familia de origen y promesa de “escolarizar” a las niñas. Con las niñas en el hogar de destino no se contrata a una trabajadora/asistenta. Con las niñas en el hogar de destino el horario de trabajo es de al menos doce horas. Con las niñas en el hogar de destino solo se paga la matrícula, el seguimiento del curso escolar es casi nulo. Las señoritas representan a su vez la salvación de las familias que por razones de formación y presión económica no pueden residir en las ciudades de Bata y Malabo, pero de vez en cuando, reciben recados enviados por los “inquilinos” de la mano de obra de sus hijas. Gran parte de las niñas, viven en circunstancias muy difíciles a lo largo del ciclo educativo. Sufren explotación laboral. No tienen tiempo para estudiar. Esta situación se vive en gran parte de los hogares de Guinea Ecuatorial y está normalizada. Tanto es así, que las bibliotecas de Malabo y de Bata, los lugares de repaso escolar y las actividades culturales (teatro, música, cine), acogen a un porcentaje menor de adolescentes y mujeres jóvenes respecto a los varones de edad similar. Por otro lado, las niñas “acogidas” son normalmente menores de edad. Las familias acogedoras, exigen que sean adolescentes precoces porque pueden ser sometidas con más facilidad y obligadas a entrar en relaciones con hombres mayores o jóvenes de recursos económicos destacados. El fin, que no se sientan obligadas a satisfacer sus gastos económicos. El amante o novio de la adolescente, generalmente impuesto, asume los gastos económicos de la niña, de la familia de acogida, y la familia de origen. Se trata de un entorno de explotación. Se llama TRATA DE PERSONAS. En nuestro país ha crecido en los últimos años, el porcentaje de noticias televisivas y radiofónicas marcadas con el siguiente enfoque: “Se busca a una niña de tantos años (generalmente adolescente). Se fue de casa hace días, semanas, meses… esta es la imagen de la niña. Por favor, si alguien la encuentra, que llame a la policía, a la familia, al vecindario, etc. ¿Por qué huyen las niñas de los hogares? La educación es la herramienta que garantiza el empoderamiento de la mujer. En nuestro país las mujeres no tienen garantizado el derecho a la educación, por eso, la independencia, concedida en 1968, con la promesa de igualdad para todo el mundo, discursos del independentismo, y que apoyamos las mujeres con todas las fuerzas en su momento, considero que fue un fraude. Con la independencia, nuestras vidas, regresaron a la mar y al bosque, las instituciones públicas no nos quieren. Las mujeres, una minoría, se suma a la lista de otras minorías que en el libro se citan. Las minorías étnicas. Las personas albinas de muertes misteriosas (siempre relacionadas con los sacrificios humanos) y juguetes de las personas negras (en los espacios públicos y privados). Que levante la mano, por favor, aquí en la sala, la persona que ha asistido al funeral de una persona albina. ¿Dónde están nuestras albinas y albinos? La novela está ambientada en un entorno familiar marcado por la drama: el después de la independencia nacional, este gran fraude para las mujeres, la independencia. Hace ahora once meses, se conmemoró los cincuenta años de nuestro nacimiento como nación. En los medios de comunicación y en las instituciones no ví más que armas, desfiles, una historia marcada por la lucha de los varones por la libertad. ¿Y las mujeres? En las redes sociales circulaba una lista de cien personas líderes de la independencia. Solo el nombre de Pilar Momo figuraba como mujer. ¿Cuál fue nuestra lucha? La independencia, conseguida por la lucha de las mujeres y de los hombres, devolvió nuestras vidas a los bosques, a la mar: a las tradiciones étnicas, unas tradiciones que no se analizaron antes de volver a imponerse, viendo el fantasma del blanco en todas partes. Todas las tradiciones que los mitangan desmantelaron había que reconstruirlas a toda costa sin una reflexión previa. Los matrimonios forzados regresaron, y todavía están vigentes. Las consecuencias para las mujeres llegaron de manera inmediata. Huidas a Gabón, a Camerún, a Nigeria, a España, de aquellas que no querían casarse de manera forzada. Y seguimos las mujeres huyendo de nuestro propio país. Los matrimonios forzados no han terminado. Los matrimonios serviles están de moda. En la novela figuran personajes como la ntangan (de piel negra arrancada por África, una mujer enferma, de heridas cancerígenas), quien blanquea su piel para ser guapa, porque las mujeres de piel negra son feas en nuestro país de cincuenta años de independencia. Los problemas de salud que crea el blanqueamiento de la piel constituyen un asunto de emergencia sanitaria. Otras mujeres se quedaron aquí y vivieron la represión política, también la patriarcal. Hoy, está de moda, en la sociedad civil guineana, la queja de que el feminismo no aborda los problemas del país en el origen y que discrimina a los hombres. Se dice que es importante la lucha política. Los partidos. ¡A por lo más importante!, se comenta en los pasillos, a viva voz, en las reuniones. Se sigue decidiendo por nosotras sobre lo que se entiende por la política de gran magnitud. Sin embargo, el feminismo considera que los regímenes sin libertades se asientan sobre la estructura del patriarcado. El patriarcado, sustentado en el ejercicio de la violencia indiscriminada, en la sumisión basada en los mitos, en la inferioridad de los seres clasificados por decreto para serlo. Es el reto del feminismo en el mundo. Las dictaduras políticas pueden desaparecer, pero la dictadura del patriarcado, es otra historia, constituye un modelo de dominación muchas veces invisible. Por culpa del patriarcado, en Guinea Ecuatorial, muchos hombres han perdido el derecho al amor y a la sexualidad porque otros varones con poder, han definido que la mujer es un bien y por lo tanto, se accede a su cuerpo a través del dinero. Los hombres sin recursos en el patriarcado guineano son esclavos de los que sí los tienen. Por culpa del patriarcado, en Guinea Ecuatorial, un buen grupo de adolescentes varones, sufre abandono escolar y trabaja cargando cajas de productos congelados y de alcohol en los supermercados. Algunos chicos, a pesar de haber crecido y recibido una educación para ser padres irresponsables, asumen el cuidado de sus novias (durante el periodo del embarazo) y de su descendencia precoz. El sistema educativo guineano, gobernado por la Iglesia Católica y las tradiciones étnicas, prohíbe por ley (vigente desde la época franquista), el acceso a los anticonceptivos y la interrupción voluntaria del embarazo. Esta ley es la responsable de que el coste del aborto y de la píldora del día después esté por las nubes. En ausencia del patriarcado, el acceso a los derechos sexuales y reproductivos sería gratuito, subvencionado por el Estado. En muchos países democráticos gobernados por el patriarcado, sin embargo, está prohibido el uso de los anticonceptivos. Por culpa del patriarcado, En Guinea Ecuatorial, está mal vista la figura del artista. El arte en la juventud guineana hoy por hoy, aborda temas que en el pasado estaban prohibidos con el fin de garantizar la permanencia del patriarcado. La música, el dibujo, la escritura, el espectáculo, el cine y el teatro, son espacios de libertad de expresión porque se adaptan a la modernidad. Por culpa del patriarcado, en Guinea Ecuatorial, gran parte de los adolescentes varones que se encuentran en esta sala, ha crecido sin el amor de papá, sin papá, viendo a papá maltratando a mamá, pasando días sin comer, trabajando desde temprana edad… Papá no estaba. Se encontraba en varias ciudades, barrios, países, llevando a cabo las labores encargadas del patriarcado. El libro la Albina del Dinero es una novela, simplemente, porque las mujeres fang aprenden, decía mamá. Se ríen, lloran en voz alta de noche. Lloran en voz baja de día. Las mujeres fang lloran cantando el mundo, lloran cantando sus vidas. Presentación de la novela La albina del dinero, Centro Cultural Español de Malabo
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Trifonia Melibea Obono Archivos
November 2022
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