“Dos son los dioses que gobiernan el mundo por el bien de las personas que habitan la tierra. El primer dios se llama nzama ye me baga ncom bot [1], y el segundo, el gobierno —edjue—. Ambos tienen poder de destrucción. Ambos se merecen el sometimiento absoluto del pueblo [2]”. Bata, 7 de marzo de 2021. Las redes sociales informan. “Un incendio producido en el barrio Nkua Ntoma, suceso nunca visto en la República de Guinea Ecuatorial, podría provocar cientos de muertos y considerables destrucciones. No. Incendio no, explosiones. ¿Cómo? Así es. Observen. Dos montículos de humo están ubicados justo en el cuartel que lleva el nombre del barrio”. Durante varias horas arde el Whatsapp, la red social más utilizada en el país y por individuos de diferentes generaciones. Videos. Mensajes. Comentarios. Cualquier persona con disposición de un teléfono móvil graba y/o difunde información. Varias horas más tarde la Televisión Guinea Ecuatorial y Asonga Televisión reproducen las imágenes lanzadas a las redes sociales. Dos días después, los mayores [3], edjue --el colectivo que aglomera al dios de la tierra—, toma el control y emprende la guerra mediática acostumbrada, la que reta a los mayores contra las redes sociales. El proceso de evolución entre la adolescencia precoz y la mayoría de edad transcurre en nuestros hogares con prescripciones de silencio. El análisis de hoy se ajusta a la etnia fang de Guinea Ecuatorial —mayoritaria en el país—, cuyo funcionamiento está estructurado en un marco normativo específico en cuanto a deficiencias democráticas, y que se relata a continuación. “Los varones jóvenes no abordan asuntos de interés político” --bong ba tie mam me nnam. Bong ba tie poletique—. “Los varones jóvenes no abordan asuntos de interés público, espacio legítimo de los mayores» --bong ba tie mam bé ñia boro—. Así mismo, “las mujeres, en la vida, por su maldad congénita, ya que introdujeron la muerte y la destrucción en el mundo fang trayéndose el hechizo --el evú—, del bosque a la aldea, no participan en los asuntos de interés público”. Gracias a este engranaje de leyendas heredadas de la Guinea Ecuatorial precolonial los varones mayores se reservaron el monopolio de la participación política y el disfrute de los derechos humanos en exclusividad, cuyo epicentro se llamó Abáa, la Casa de la Palabra [4], y que en la actualidad funciona de manera intacta, asentada en las instituciones públicas de apariencia occidental. En el periodo precolonial los varones jóvenes para acceder de oyentes al Abáa y/o ejercer de testigos en un asunto tenían que cumplir una edad considerable, estar casados con al menos una mujer, y reunir la condición de primogénitos de la familia --ndá é bot—. La participación en el ejercicio del poder se reservaba hasta que fueran gerontócratas. Esta herencia cultural fundamentada en la dictadura de los mayores no forma parte del pasado. Un ejemplo somero está incrustado en los decretos de remodelación de los gobiernos del régimen en el poder desde el golpe de Estado de 1979, cuya apariencia ofrece imágenes de modernización, hombres jóvenes jurando cargos, cuando la realidad es otra. En la práctica solo prestan servicios como recaderos del Abáa [5]. Se trata de varones que carecen de derechos de acción y decisión, y conviven con el desprecio diario de parte de los mayores, quienes poseen poderes fácticos y se consideran legítimos para el ejercicio del poder. La colonización se casó con la gerontocracia fang sin perspectivas de divorcio, y por eso hasta hoy el marco jurídico franquista es intocable y cuando por presión internacional se pretende reformar, la resistencia se huele desde la distancia. Las mujeres, por su parte, ejercen en los gobiernos de la Guinea Ecuatorial independiente labores de servidumbre. En el pasado, el acceso de ellas al Abáa estaba supeditado a la llegada del climaterio, el ejercicio del papel de testigos en una cuestión y la necesidad de los mayores del punto de vista femenino en un asunto. En la actualidad, la presencia del género femenino en las instituciones públicas representa la magnificación de la ficción política. Está relacionada con la normalización aparente del país en el marco jurídico de las Naciones Unidas. Las redes sociales y los mayores se pelean en Bata, una ciudad que llora a sus muertos sin apoyo institucional estructurado ni sostenible, y en medio de una guerra mediática que francamente están perdido las redes sociales, pero que nutre la memoria colectiva guineoecuatoriana, acostumbrada a no olvidar ni perdonar a la élite política porque los problemas sociales carecen de acciones institucionales para su solución. No obstante, y a pesar de las derrotas temporales, las redes sociales y la modernidad han desmantelado la dictadura de los mayores. Desde hace bastantes años marcan la agenda de los medios de comunicación, cuyo funcionamiento se sostiene gracias al marco legal franquista y las tradiciones étnicas precoloniales. El régimen político, que sobrevive en una permanente contradicción —una dictadura que juega de vez en cuando a dictablanda y transmite la apariencia de derrumbamiento cuando este constituye su modelo existencial—, para legitimarse, está en la obligación de ejercer dos funciones: desmentir las informaciones de carácter público que las redes sí ofrecen, filtradas por personas de todos los estamentos sociales, y confirmar hechos sociales cuya publicación se adelanta en internet y que no queda más opción que reconocer. Quizás por esta razón las redes sociales, en el pasado, fueron secuestradas por las instituciones públicas y gracias a su perseverancia, el pueblo de Guinea Ecuatorial está informado de la masacre de Bata: habría sido un hecho ocultado. El quehacer político está reservado al núcleo duro del régimen, formado por varones mayores que creen firmemente en la gerontocracia como modelo de gobierno. Bata, 7 de marzo de 2021. Dos días después de que las redes sociales se adelantaran con imágenes del cuartel de Nkua Ntoma incendiado, el juego político entró en escena a partir del principio “si no puedes ganarle a un enemigo únete a él”. Las familias a un lado llora(ba)n las muertes, las destrucciones, la locura de saber que conviven con la muerte manifestada en el almacenamiento de armas peligrosas en espacios inadecuados, la conciencia de estar gobernadas por una élite política que dispone de recursos para comprar armas peligrosas y carece de ellos para solucionar problemas inherentes a un accidente de magnitud desmedida. Al otro lado, se trabaja(ba) duramente para no depurar responsabilidades. Había que persuadir a la población, joven en su mayoría —por la esperanza de vida corta según las estadísticas internacionales— de lo mismo. “La política, el ejercicio de la misma y los asuntos de interés público les corresponde a los mayores”, reza la tradición. No obstante, para no caer en el arcaísmo porque Guinea Ecuatorial es oficialmente un país emergente y sin motivos para envidiar a las grandes potencias, las instituciones y los términos utilizados para legitimar el discurso de normalización de lo anormal se configuraron gracias a dos enfoques. Primero, el uso de las emociones en el marco de la espiritualidad. Es frecuente desde que se produjeran las explosiones en Bata la visibilidad de la élite de la Iglesia católica —principal instrumento legitimador del régimen desde su creación, un encargo que realiza con el Ejército—. En todos los informativos emitidos en Televisión Guinea Ecuatorial y Asonga Televisión más los espacios de propaganda, las declaraciones de reverendos y obispos ejercen la labor de recordarle al pueblo guineano que el dios católico no le ha abandonado, y que sus familias se encuentran en un lugar mejor, en el cielo, y no en la vida, bajo la protección de un gobierno responsable. El segundo elemento de persuasión constituye el uso de los sentimientos patrióticos con frases que suenan a “Todos somos Bata”. “Un pueblo unido jamás será vencido”. “Evita críticas políticas, no es el momento adecuado”. “Qué puedo hacer yo, pues… mucho. De momento, solo compartir información valiosa y no los bulos difundidos en las redes sociales. Infórmate a través de las fuentes oficiales: el gobierno”. Como consecuencia de este enfrentamiento mediático se está produciendo una guerra sin cuartel. La ciudadanía, abatida por una crisis económica perenne, tiene que manifestar sentimientos patrióticos recolectando de casa en casa productos de primera necesidad —que muchas familias no tienen— en beneficio de las víctimas del suceso. Las personas que no se suman a la carrera no son patriotas, son enemigas de un pueblo que siempre ha estado unido y nunca ha sido vencido. En las redes sociales y vecindario las discusiones suceden a diario. “Y tú qué haces por el país aparte de criticar al gobierno, que el pobre, está haciendo lo que puede”. Las redes sociales en Guinea Ecuatorial están haciendo historia. Gracias a un audio difundido en Whatsapp hace casi un año el pueblo se informó de la carencia de un bien básico como el oxígeno en el Servicio Nacional de Salud, imprescindible para combatir la COVID-19. Un año después, las muertes diarias debido a la pandemia están en alza. Las fuentes oficiales no informan al respecto. En su momento se insistió en aquella averiguación como un bulo propio de las redes sociales, recomendando el consumo de las fuentes oficiales —el gobierno— para saber de los avances y retrocesos de la lucha contra la pandemia. El dios de la tierra, edjue, fracasó. Gracias a las redes sociales, la población guineana está perdiendo el miedo a participar en la cosa pública porque las redes constituyen un espacio que garantiza anonimato en una dictablanda que dura ya más de medio siglo. El disfrute del derecho a emitir una opinión en los asuntos de Estado ya no se puede definir como un bien que controlan en exclusiva los mayores. Están perdiendo el control de la información. Están perdiendo el control del poder. Gracias a las redes sociales la población ha tomado conciencia de que los mayores no son dioses porque los dioses protegen, se rigen por la transparencia, asumen responsabilidades. Gracias a las redes sociales una buena parte de la sociedad guineana ha tomado conciencia de que el dios de la tierra, los mayores, edjue, convertidos en dioses por razones culturales, no se merecen el sometimiento absoluto de un pueblo por una razón: representan a un dios que no existe. [1] Nzama ye me baga ncom bot: es un dios de la etnia fang, creador del universo. [2] La existencia de un dios terrenal encarnado en el poder político, y otro universal, ambos de obligada sumisión, se dice así en el refranero de la etnia fang: ngoman eñe ane nzama e si, nzama ye me baga eñe á com ening. El cantante legendario Maele, ya fallecido, reproduce esta mitología en la canción nnám ntangan (ciudad o pueblo de los blancos). [3] Los mayores/be ñía boro: varones mayores. En la etnia fang la edad constituye el elemento fundamental de la estratificación social, seguido del género. Las mujeres son menores de por vida y siempre están tuteladas por los varones. Los mayores poseen el monopolio de la sabiduría y el ejercicio del poder. [4] Casa de la Palabra, Abáa: Casa comunal fang y espacio de expresión política, social y cultural. Está descrita por las y los investigadores como institución democrática. Sin embargo, los hombres no casados, los varones jóvenes y los homosexuales están excluidos en su funcionamiento. Las mujeres se refieren a la Casa de la Palabra como lugar de exclusión del género femenino, y lo llaman Abáa mi Tie, Abá Modjó, Abáa bi tom, traducido como institución excluyente, antidemocrática y de acceso solo en caso de conflictos para las féminas. [5] Recaderos del Abáa. Los varones jóvenes y adolescentes se encargan de acondicionar la casa comunal (encender el fuego para que los mayores no se resfríen, limpiar, transmitir mensajes en las viviendas y fincas de estos) todos los días, especialmente cuando se producen eventos especiales. En la actualidad, los varones jóvenes que ocupan direcciones generales, secretarías generales, incluso carteras ministeriales, llaman “mi jefe” o “mi mayor” a los mayores, que tienen poder de facto. La relación entre ambos colectivos es servicial, jerárquica, y sus funciones se limitan a ejecutar lo ordenado, preparar reuniones documentando ideas de los mayores y hacer de enviados especiales en los eventos que se consideran irrelevantes. Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2021/03/las-redes-sociales-y-los-mayores-se-pelean-en-bata/
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AutorA
Trifonia Melibea Obono Archivos
November 2022
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